9/1/13

Nara, la ciudad de los ciervos

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar la región de Kansai en Japón, zona donde se encuentran las ciudades de Osaka, Kyoto, Nara y Kobe.




Nos alojamos en Osaka, en el centro por así decirlo de las otras tres ciudades y planeamos desde allí las visitas de cada día. La variedad de trenes y horarios en la zona es espectacular, lo que te permite desplazarte de una ciudad a otra en unos 30-40 min.  


Para el primer día se preveía bastante lluvia, por lo que decidimos aplazar Kyoto (para el que teníamos reservados dos días completos) y empezar por Nara.

???

Aaahhh...


Nara es la es la capital de la prefectura del mismo nombre en la región de Kansai, situada al sur de Honshū, la isla principal de Japón. Fue capital de Japón de 710 a 784, y en la actualidad sigue siendo una de las ciudades más tradicionales del país.

Los templos y ruinas de Nara forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, desde el año 1998, formando el conjunto llamado Monumentos históricos de la antigua Nara (casi nada, eh?). Estos son: Hōryū-ji, Tōdai ji, Kōfuku-ji, Santuario Kasuga, Gangō-ji, Yakushi-ji, Tōshōdai-ji y los restos de Palacio Heijō

Y en Nara además de todos estos templos hay otra cosa: ciervos. Y no tres o cuatro, no, sino cientos de ellos, sueltos, por todos lados... pero sin cornamenta. 

La historia de los ciervos en la ciudad se remonta a la época del diós mitológico Takemikazuchi, quien llegó a la ciudad en un ciervo blanco para proteger la recién construida capital del país. Desde ese momento los ciervos están considerados como animales sagrados, protegiendo la ciudad y el país.

Pues bien, después de haberme estudiado guías de viaje de todos los colores y sabores, allí llegamos. Y sí, llover llovía, y no paró en todo el día. Pero bueno, habiendo paragüas...

En la estación se empeñó la de la oficina de turismo en darme un mapa en español, a pesar de yo pedírselo en inglés (debía de ser el primero en ese idioma que reparte y le haría ilusión...), así que vamos que nos vamos... a caminar:


En la mayoría (o todos) los templos hay una especie de urna en la que hay que tirar unas monedas, dar un par de martillazos ahí en un sitio y pedir un deseo (lo de que si se cuemple o no ya lo veremos...):

La urna y un aficionado al rezo apelando a la intervención divina

Estas son monedas de 5 Yen (0'05€)


A los pocos metros de entrar en el 'parque' de Nara (le llaman parque pero lo que realmente es es un bosque de proporciones considerables con un montón de templos) ya nos encontramos con el primero de nuestros acompañantes:

Aquí sale Anthea con el ciervo posando para la foto

Y no ese en concreto, sino muchos otros, nos fueron acompañando durante todo el recorrido. 



Al final de esta calle que se ve en la foto de arriba está el templo más importante de Nara: Tōdai ji. 


Este en un templo budista que alberga entre otras cosas la estatua más grande del mundo del Buddha Vairocana hecho en bronze. En Hong Kong tenemos un Buddha descomunal, así que este ni lo fuimos a ver, nos ahorramos los 500¥ per cápita.

Es curioso esto de los récords de tamaño y demás. Dicen que es el Buddha más grande del mundo, que impresiona, pero luego ya especifican que si es el Vairocana, que de bronze, que si no se qué... No claro, así también soy yo el más alto del mundo, o el más guapo, o lo que quiera ser... sí o no?

Y ahora otra reflexión. Fijaos en la foto del templo. Ahora fijaos en los paragüas que lleva la gente. Sí, todos iguales. Yo también llevaba uno que me habían dejado en el hotel. Esto es Japón.

Bueno, después de unos minutos de reflexión seguimos caminando.




Estas son las 'farolas' tradicionales japonesas

A los 15-20 minutos llegamos a una tienda, donde se nos acercó otro de nuestros acompañantes:

Me compráis algo?

Y lo que quería no era otra cosa que unas galletas que venden para los ciervos, éstas:

Aproximadamente 1'5€ cada paquete
Cómo saben estos ciervos, eh?

Uno de los consejos que da la guía de Lonely Planet de la ciudad es que hay que tener ciudado con estas galletas, ya que según el escritor había visto como varios turistas las comían pensando que eran un dulce típico. En fin...

Pues poco después tocó una parada técnica, que con el frío que hacía ya hacía tiempo que la necesitábamos:

Todo un 'oasis' en medio del bosque

Y seguimos siguiendo...




hasta que llegamos a otro templo, donde pudimos escribir en una tabilla de madera nuestros deseos para el nuevo año, dejándola ahí colgada al lado de la entrada:



Después de esta última visita decidimos ir buscando la salida e irnos a comer, no si antes visitar la fuente y estatua que dan la bienvenida a los visitantes del parque:

Un ciervo, cómo no.
 
Y de despedirnos de nuestro último acompañante:

 

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